Francia celebra el primer aniversario de la inscripción del aborto en su Constitución, un hito clave ante el avance global de movimientos antiderechos y ultraconservadores.
Este enero se cumplió un año desde que Francia inscribió la libertad de abortar en su Constitución. La medida, aprobada con 780 votos a favor y solo 72 en contra en el Parlamento reunido en Versalles, busca blindar este derecho ante cambios políticos futuros.
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El artículo 34 de la Carta Magna ahora establece que “la ley determinará la forma en que se reconoce la libertad garantizada de las mujeres para recurrir a la interrupción voluntaria del embarazo”. Esta reforma surgió tras el fallo del Tribunal Supremo de EE. UU. que eliminó la protección federal del aborto, dejando su regulación en manos de cada estado.
La diputada Éléonore Caroit destacó el valor simbólico de la medida
También aseguró que protege a las futuras generaciones. Sin embargo, en el proceso legislativo se cambió el término “derecho” por “libertad”, lo que, según activistas, se acerca más a la despenalización que a la obligación estatal de garantizar el acceso al aborto.
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A pesar del fuerte respaldo social, las mujeres en Francia aún enfrentan barreras.
Factores como los “desiertos médicos”, el cierre de clínicas de planificación familiar y la objeción de conciencia de algunos médicos dificultan el acceso. Además, persiste la necesidad de fortalecer la educación sexual y la capacitación de profesionales en métodos seguros.
El caso francés busca servir de ejemplo para otras naciones, reforzando la lucha por los derechos sexuales y reproductivos en un contexto de creciente avance de movimientos ultraconservadores en el mundo.
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