Desde Lampedusa hasta Ciudad Juárez, el papa Francisco alzó su voz por los migrantes y criticó políticas que amenazan su dignidad y derecho a buscar refugio.
Desde el inicio de su pontificado, el papa Francisco priorizó la defensa de los migrantes. Enfrentó con firmeza una crisis migratoria mundial, denunciando políticas restrictivas y la pérdida de empatía en la sociedad.
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Su primera salida pastoral fue en 2013 a Lampedusa, donde lamentó la “globalización de la indiferencia” hacia quienes huían de la guerra y la miseria. Años más tarde, en Lesbos, Grecia, viajó con tres familias sirias a bordo del avión papal, afirmando que aunque fuera solo una gota, “el mar nunca volverá a ser el mismo”.
Francisco visitó Marsella en 2023 y reafirmó su llamado a abrir los corazones ante la tragedia migratoria.
En Ciudad Juárez, México, en 2016, pidió humanidad frente al dolor de quienes cruzan fronteras forzadamente. Desde el aire, declaró que quienes construyen muros “no son cristianos”, en alusión a Donald Trump, entonces candidato presidencial.
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En 2025, criticó con fuerza los nuevos planes de deportación masiva de EE.UU.
Su carta a los obispos advertía que esas medidas atentan contra la dignidad de millones. Para Francisco, migrar no es delito: es un acto de desesperación.
Su mensaje constante fue claro: ningún ser humano debería temer buscar una vida mejor. A través de gestos simbólicos, como rescatar migrantes o visitar campamentos, quiso demostrar que la Iglesia debe estar del lado de los excluidos.
Francisco convirtió la defensa de los migrantes en un mensaje central de su papado. Para muchos desplazados, su voz representó esperanza, justicia y consuelo.
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