@Arturo Vargas
El proyecto que tenía como objeto evitar el hostigamiento a la población LGBTIQ+ fue hundido en el Congreso por falta de tiempo y apoyo.
La comunidad LGBTIQ+, nuevamente afectada
No parece estar en los primeros lugares de la agenda en países como Colombia, la protección de la comunidad LGBTIQ+. Esta aseveración tiene fundamento, por ejemplo, en los sucesos de los últimos días que se vivieron en el Congreso. Justamente allí, en el escenario más importante del poder legislativo colombiano, se le dio la espalda a la comunidad LGBTIQ+: se archivó un proyecto que buscaba evitar que esta comunidad siguiera siendo objeto de violentas acciones bajo el argumento de cambiar su orientación sexual e identidad de género, por medio de las conocidas terapias de conversión. Esta es la segunda vez que sucede algo similar en el Congreso.
Voces a favor y en contra
Que se haya hundido esta ley en contra de las terapias de conversión es producto de una estrategia que se usó para dilatar una conversación necesaria, señaló Carolina Giraldo, representante a la cámara que impulsó este proyecto. A ella se unió Clara López, senadora, quien apuntó a un retroceso social en el que se le falta el respeto a la dignidad de la comunidad LGBTIQ+. Por otro lado, y sin ningún tipo de sorpresa, se ubicaron personas como María Fernanda Cabal. La senadora del Centro Democrático, famosa por su radicalismo de ultraderecha, llegó a presentar una ponencia en contra del proyecto de ley antes de que el mismo se hundiera.
¿Qué son las terapias de conversión?
Las terapias de conversión podrían etiquetarse, básicamente, como una práctica vigente de la edad media. En estos espacios, en los que la religión ocupa un papel determinante, se somete a personas LGBTIQ+ a cuestionarse sobre su identidad y orientación sexual, muchas veces llegando incluso a atentar psicológicamente contra la persona llevándole a sentir vergüenza, culpabilidad por sus acciones y casi repugnancia por sí misma, dañando su autoestima a grandes niveles afectando su personalidad de forma definitiva. En estos espacios, retrógrados y obsoletos, además, se dejan cicatrices físicas y mentales de las que muchas personas tardan en recuperarse.
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