Congreso de Hidalgo

12 años de la muerte de Esperancita en República Dominicana

Más de una década pasó desde que Rosaura Almonte Hernández “Esperancita” falleciera a sus 16 años, producto de las restricciones frente al aborto en República Dominicana. 

Un caso que sigue pesando en la memoria colectiva

Cada 17 de agosto se recuerda con tristeza, y algo de enojo, lo sucedido con Rosaura Almonte Hernández “Esperancita” en 2012. La tristeza, claro, radica en lo que significó que una joven de tan solo 16 años perdiera la vida. El enojo, muy justificado en esta situación, corre por cuenta de las razones que llevaron a la muerte de esta adolescente

  • La joven se encontraba en estado de embarazo 
  • Fue diagnosticada con Leucemia
  • Le negaron los tratamientos por estar embarazada 

Este era el escenario al que la joven se enfrentaba y en el que encontró a su peor enemigo en el Código Penal de Republica Dominicana, esa obsoleta reglamentación que prohíbe el aborto en cualquier circunstancia y que, en este caso específico, impidió que “Esperancita” recibiera la atención médica adecuada, pese a que el feto no tenía muchas probabilidades de sobrevivir.

Pasa el tiempo y la justicia no llega ni le interesa llegar

Desde ese fatídico día de 2012, Rosa Hernández, madre de “Esperancita”, ha trabajado para que ninguna niña o mujer pase por el infierno que pasó su familia tras la muerte de su hija.  Para su sorpresa y la indignación de muchos colectivos defensores de mujeres, el estado en República Dominicana resolvió, intencionalmente, ignorar sus denuncias junto con las de otras mujeres. Así, durante este año, se ha avanzado con ajustes al Código Penal dominicano sin contemplar cuestiones alusivas al aborto y las restricciones que, como sucedió con “Esperancita”, han llevado a la muerte de cientos de mujeres en República Dominicana. 

Hoy, tras 12 años de lo sucedido con Rosaura Almonte Hernández, los avances en la normativa del país siguen sin responder a la necesidad de variar las restricciones frente al aborto y mujeres como Rosa Hernández siguen a la espera que la justicia llegue, ya no para devolver la vida de Esperancita, pero si para evitar las muertes de cientos y miles de niñas y mujeres en una República Dominicana cegada por el conservatismo y la obsolescencia. 

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