El papa Francisco enfrentó errores, críticas y escándalos, pero transformó la lucha contra los abusos del clero en una cruzada por la verdad y la rendición de cuentas.
El papa Francisco recorrió un difícil camino al enfrentar el abuso sexual del clero, un problema que sacudió profundamente a la Iglesia católica. En 2018, durante una visita a Chile, defendió al obispo Juan Barros, acusado de encubrir abusos, y dijo que “no había ni una pizca de prueba”. Sus palabras causaron indignación.
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Sin embargo, Francisco reaccionó: ordenó una investigación, reconoció su error, pidió disculpas a las víctimas y logró que toda la jerarquía chilena presentara su renuncia.
Ese fue el punto de inflexión de su pontificado en materia de abusos.
A pesar de iniciar su papado en 2013 con una comisión asesora sobre protección infantil, varios intentos iniciales no avanzaron. Pero el escándalo en Chile lo llevó a tomar acciones más contundentes. Ese mismo año, destituyó al cardenal estadounidense Theodore McCarrick, acusado de abusos múltiples.
Luego, un exnuncio acusó al papa de encubrir a McCarrick. Francisco guardó silencio al inicio, pero permitió una investigación que lo exoneró y expuso décadas de encubrimientos.
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Francisco cambió leyes internas del Vaticano
Eliminó el “secreto pontificio” sobre casos de abusos y estableció mecanismos para juzgar a obispos encubridores. Reunió a líderes de todo el mundo en el Vaticano para exigir compromiso real.
A pesar de sus esfuerzos, casos como el del obispo argentino Zanchetta y el del sacerdote Julio Grassi, condenado por abuso, siguieron generando críticas. El pasado del papa en Argentina aún plantea preguntas.
Aun así, Francisco cambió la narrativa. Reconoció errores, escuchó a víctimas y actuó con decisión. Su lucha no fue perfecta, pero marcó un giro en la rendición de cuentas dentro de la Iglesia católica.
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