Las diferencias fisiológicas han condicionado los comportamientos sociales que residen en cada género. Estos se ven permeados por la socialización del individuo, por medio de costumbres y tradiciones que se apropian en la cultura, no solo del ser sino de la comunidad.
Los roles se comenzaron a desarrollar cuando se dividió el trabajo por sexo y edad (en la era arcáica), y tomó su máximo potencial cuando se jerarquizó de acuerdo a niveles económicos, donde el objetivo del hombre era poseer la mayor cantidad de riqueza posible, y entre esas posesiones, se encontraba la mujer.
Desde allí, el historial de crecimiento y evolución en el desarrollo del rol de la mujer, aunque ha cambiado, lo hace a pasos desacelerados.
La UNESCO, nos muestra características que según los latinoamericanos, distinguen la feminidad de la masculinidad desde el año 1970; y como se puede evidenciar, estas creencias se perpetúan hasta la actualidad en la mayoría de personas.
Gracias a una investigación del Observatorio de la Maternidad, incluso a pesar de que la mujer tenga acceso a la educación y al trabajo para lograr cumplir con nuevos roles, la imagen del hombre proveedor y la mujer cuidadora, sigue siendo la predominante.
Es así como el modelo de “hogar tradicional” se ve conformado por un hombre abastecedor y una mujer cuyo “único objetivo” es ser madre, a lo que se le conoce como male breadwinner.
Las madres en la lucha por la igualdad de género
La sociedad actual, viene desintegrando gran parte de lo que se conoce como esa familia tradicional.
¿Qué pasa con la crianza de los hijos entonces?
Supongamos que una mujer tuvo la posibilidad de deshacer algunos roles con los que según la cultura social en la que ha crecido, debe cumplir. Esta mujer crea un hogar con estructuras diferentes, en las que ella no es la única persona que se encarga de su hijo.
- El padre si cumple su labor,
- Los abuelos apoyan bajo ciertas circunstancias, y
- Tienen alguna persona ajena a su casa a quien contrataron para labores domésticas.
La mujer tiene la oportunidad de disponer otros espacios de su vida como importantes; entonces ella decide que también quiere trabajar y disfrutar su vida social fuera del hogar.
El entorno de esta mujer está unificando cada vez más las labores que cumple cada género, y el hijo va a entender esto como una realidad común.
Reconocer la posición de privilegio
Sin embargo, aunque esto suena a algo sencillo, llevado a la práctica implica que la mujer del ejemplo, tiene la facilidad de proveer en su hogar, debido a que anteriormente, seguramente tuvo capacidad de educación, una realidad que en latinoamérica no es tangible para muchas mujeres.
Según un estudio de la Revista Iberoamericana de Educación, los países de latinoamérica sufren de altos niveles de analfabetismo mayormente en las zonas rurales, donde 7 de cada 10 adultos, son analfabetos, y 7 de cada 10 analfabetos, son mujeres.
Además, también valdría la pena reconocer, que las oportunidades laborales se reducen debido al género. Mientras que la población activa de mujeres que trabajan es del 49%, la de los hombres es del 75%.
Lo que se ha tenido que transformar para llegar al punto de “igualdad”, ha implicado un proceso bastante largo y de mucho sacrificio, que se sigue labrando día a día gracias a mujeres que cambian sus deseos y metas, para darle un significado a la mujer más allá de ser madre.
Es decir, las mujeres luchan por la igualdad de género, dando valor no únicamente a su rol de madre, sino también a todos los demás roles que cumplen en su vida.
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