Mujeres con discapacidad intelectual enfrentan grandes vacíos en educación sexual, exponiéndolas a violencia y limitando sus derechos y autonomía.
Marta Sánchez, de 45 años, aprendió sobre educación sexual a través de videos en YouTube. Sin talleres ni acceso a recursos especializados, muchas mujeres como ella enfrentan un vacío informativo. Por el contrario, Clara San José, de 31 años, tuvo acceso a talleres en una fundación, una oportunidad que Marta nunca tuvo. Ambas coinciden: la educación sexual para mujeres con discapacidad intelectual es limitada e insuficiente.
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Según una investigación de Plena Inclusión Madrid, la mitad de las mujeres con discapacidad intelectual desconoce temas clave como la menopausia, y una de cada tres nunca acudió a un ginecólogo
Enfrentan un 7% más de prevalencia de violencia que las mujeres sin discapacidad, según el Ministerio de Igualdad.
Raúl González, especialista en sexología, afirma que el miedo de las familias a “prepararlas” para relaciones sexuales retrasa su autonomía y derechos. Esta falta de formación dificulta reconocer abusos y limita su capacidad de decisión. En talleres como los de la fundación A la Par, las mujeres identifican patrones de violencia y reciben herramientas para protegerse.
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Sara Fernández, de Plena Inclusión Madrid, señala que la infantilización y prejuicios sobre las capacidades sexuales del colectivo perpetúan estas brechas. Además, la falta de espacios íntimos también limita su derecho a ejercer su sexualidad.
Aunque cada vez hay más talleres, todavía son insuficientes.
Las mujeres con discapacidad piden un enfoque inclusivo en el sistema educativo, para que la educación sexual llegue a todas y se incluyan temas como diversidad y derechos sexuales. Como afirma Marta, “Se piensa que por tener discapacidad no podemos tener relaciones. Están equivocados”.
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