@Arturo Vargas
Mientras algunos, con justa razón, critican la actitud dictatorial de Nicolás Maduro, otros celebran los abusos de poder y deseos de apuntillarse al poder de personas como Nayib Bukele
Las dictaduras son de izquierda y derecha
Pareciera que últimamente las críticas sobre comportamientos dictatoriales se endilgaran a perfiles relacionados con ideologías de izquierda. A muchas personas se les escucha decir, en particular en el continente americano, que alguien tiene actitudes de dictador y de inmediato salta a la escena el ser de izquierda. Lo curioso es que ese pensamiento desnuda un desconocimiento histórico (hubo varios episodios de dictaduras de derecha) que se vino a transformar con los más recientes ejemplos dictatoriales de la región en los que, claro, los más representativos son Nicolás Maduro y Daniel Ortega, dos polémicas figuras que se relacionan con la izquierda. Ahora, ¿aquí no valdría la pena sumar a un tipo como Nayib Bukele? La verdad es que para nadie es un secreto que el presidente de El Salvador es un tipo enamorado del poder que ha venido haciendo varias tretas para cambiar las reglas en su país y mantenerse como líder del ejecutivo.
La dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela
El discurso se ha asentado tanto que estar en contra de él u opinar algo diferente se convierte en motivo de discusión y, para los más radicales, un argumento bajo el cual se puede etiquetar a alguien como militante de izquierda. El ejemplo más cercano que tenemos de ello es lo que pasa actualmente con Venezuela y la tercera posesión de Nicolás Maduro como presidente del país. A todas luces, Maduro tiene comportamientos de dictador
- Tiene cooptadas todas las instituciones
- Ejerce represión sobre quienes no comulgan con sus ideas
Y en las últimas elecciones, demostró que sus deseos de poder son tan grandes como su falta de respeto por la democracia. Por todo lo anterior, coincidir con que Maduro ejerce una dictadura en Venezuela es normal y su defensa es casi una quimera. La actitud de Maduro y sus abusos, por obvias razones, le dan a su posición una connotación negativa imposible de negar.
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No, no hay dictaduras malas y buenas
El punto aquí es que lo que hace Maduro parece tan grave que capta casi toda la atención y permite que tipos como, por ejemplo, Nayib Bukele, gocen de una buena reputación pese a sus actitudes y comportamientos cercanos a una dictadura. Bukele fue elegido como presidente de El Salvador en 2019 y desde entonces inició una guerra frontal contra el crimen en este país. Sus políticas han sido exitosas y su éxito se ha hace evidente en su aceptación entre la ciudadanía. Ahora, el problema de Bukele no fue ese primer mandato si no su reelección y la forma en la que, cooptando las instituciones (sí, como Maduro) ha pretendido cambiar la constitución para seguir reeligiéndose como presidente de los salvadoreños. Justo ahora adelanta su segundo periodo.
El deseo de poder de Bukele crece con el paso de los años y con ello han crecido sus abusos de autoridad: la política frontal contra el crimen básicamente se ha convertido en el escenario perfecto para ejercer represión sobre quienes no comulgan con él (sí, otra vez como Maduro). Esto, sumado a algunas otras situaciones como el extraño enriquecimiento de su familia mientras él ha estado liderando el ejecutivo en El Salvador o la polémica forma en la que maneja la economía. Eso sí, nadie se atrevería a decir que en este país se atraviesa por una dictadura porque de ser así, se iría directo a la cárcel. Sí, como en una dictadura.
El apoyo de la derecha internacional
Aquí es cuando más evidente se hace la hipocresía sobre las dictaduras. A Bukele se le destaca y se le pondera como un gran gobernante obviando sus abusos, pareciera, por representar valores de derecha. El episodio más cercano lo tiene a él como protagonista criticando y condenando la dictadura de Maduro, mientras recibe los aplausos de otros líderes de la derecha internacional que, de igual forma, se oponen a lo que sucede en Venezuela. Entonces, valdría la pena preguntarse por el criterio de unos y otros a la hora de calificar el comportamiento de quienes amparados en su sed de poder, pasan por alto las normas: entre Nicolás Maduro y Nayib Bukele hay grandes diferencias, sí; pero también grandes similitudes: que uno justifique una revolución para apuntalarse al poder mientras que el otro lo haga bajo el argumento de acabar con el crimen solo deja en evidencia que el fin siempre justifica los medios, sin importar que tan sangrientos o poco constitucionales sean estos.
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